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Cómo enseñar a nuestros hijos a asumir responsabilidades

Nuestra cultura ha ido demasiado lejos en tratar de proteger a los niños de cosas de las que no necesitan ser protegidos. Mostrar demasiada comprensión y simpatía hacia algunos niños puede resultar tan perjudicial como mostrar lo contrario.

Desde muy pequeños les damos mensajes como: “¡Mala, mesa, que le ha dado a mi niño!”. En lugar de: “Siento que te hayas hecho daño. ¿Qué puedes hacer la próxima vez para no darte con la mesa?”.

Uno de los errores más significativos cometido por los defensores de la educación permisiva ha sido el hecho de haber convertido a las “buenas emociones” en los héroes de nuestra personalidad y las “malas emociones” en los villanos. Cada emoción humana se ha desarrollado para un propósito, y eliminar las emociones negativas de nuestra comprensión del desarrollo del niño equivale a eliminar uno de los colores primarios de la paleta de un pintor; no sólo se ha perdido ese color individual, sino también millones de matices de colores complementarios. Las emociones negativas como la vergüenza y la culpa son indudablemente más poderosas que las positivas en términos de aprendizaje emocional y cambio de conducta. SIEMPRE QUE SE UTILICEN EN EL MOMENTO APROPIADO Y DE FORMA ADECUADA.

LA VERGÜENZA

Es una forma de incomodidad extrema que surge cuando los niños sienten que no han actuado de acuerdo con las expectativas de otras personas. La culpa aparece cuando los niños no logran cumplir con sus pautas interna-lizadas de comportamiento.

La vergüenza produce una impresión imborrable en los niños, tiene un efecto inmediato y significativo en la conducta de los mismos, y un efecto a más largo plazo en el desarrollo de su personalidad.

Los educadores no debemos humillar a los niñ@s en las pautas educativas que les demos, pero tampoco obviar sus responsabilidades. Si han hecho algo mal podemos sacar provecho reflexionando con ellos cuál ha sido el error y cómo podemos subsanarlo en un futuro. Si han hecho algo bien también debemos expresarlo y analizarlo: cuanto más repita esas buenas acciones mejor conocerá sus puntos fuertes en solución de problemas.

Aunque solemos despreciar a las sociedades que practican la vergüenza pública, debemos reconocer también que dichas culturas tienden a tener un porcentaje muy inferior de delitos y de inquietud social. Sin duda, parte de nuestra sensación de incomodidad para usar la vergüenza en las técnicas de educación de nuestros hijos es nuestra escasa familiaridad con ella. En países como Japón, la vergüenza y el deshonor están integrados en la moralidad y los valores tradicionales del país. Las confesiones, incluso las que son humillantes, son consideradas como el camino más directo al arrepentimiento.

La vergüenza debería ser invocada cuando un niño no ha mostrado reacción emocional alguna después de haber hecho algo de lo que debería avergonzarse.

Debería considerarse la vergüenza como una estrategia legítima para el cambio de conducta cuando formas menos drásticas de disciplina han fracasado.

John Braithwaite, un profesor de ciencias sociales de la Universidad Nacional Australiana de Canberra explica que inspirar vergüenza sólo puede considerarse humano si expresa no sólo la desaprobación de la comunidad, sino también si incluye el perdón y la reaceptación por parte de la comunidad o la familia.

Por lo tanto la vergüenza deberíamos utilizarla de forma que el niñ@ sea capaz de ser consciente de la conducta que no ha realizado correctamente y analice las consecuencias que han aparecido a raíz de su conducta, ¿quién se ve envuelto en ello?, ¿de qué soy responsable?

LA CULPA
Constituye realmente un motivador moral más poderoso y duradero que la vergüenza. Eso sí, hay que distinguir ente la culpa neurótica (donde uno se castiga a sí mismo por razones injustificadas e irracionales) y la culpa interpersonal (que surge del interés por la opinión del otro y sirve para reducir la autocrítica y mejorar las relaciones personales de un niño).

La culpa interpersonal, lo que realmente podríamos denominar la “conciencia”, es más efectiva para controlar las conductas de los niños que cualquier amenaza o temor externos. Cuando podemos estimular la culpa de nuestros hijos estos pueden tener una interpretación aun más estricta de las normas y las consecuencias de violarlas que nosotros.

CÓMO Y CUÁNDO UTILIZAR LAS EMOCIONES MORALES “NEGATIVAS” EN FORMA APROPIADA: 

Recomendaciones generales para usarlas fomentando el desarrollo moras de nuestros jóvenes sin causar un daño indebido:

Establezca normas coherentes y castigos compatibles cuando se violan las normas. Asegúrese de que sus castigos sean justos, inmediatos y efectivos.
Cuando los niños de más de 10 años violan normas importantes y no parecen quedar disuadidos por sus castigos, solicite que hagan una lista con su propio castigo para cada norma. Luego pónganse de acuerdo sobre la intervención de un mediador neutro (como un amigo de la familia, una tía o un tío) para determinar qué castigos funcionarán mejor. Si él o ella  está de acuerdo, usted podría incluso solicitarle al mediador que controle el castigo. En la mayoría de los casos, esto estimulará a sus hijos a albergar mayores expectativas para sí mismos y posiblemente puedan cumplirlas.

Reaccione más duramente cuando su hijo hace algo que perjudica a otro. No tema en expresar sus propios sentimientos junto con la aplicación de un castigo apropiado. Si esto perturba a su hijo, no se apresure a consolarlo. Sentirse culpable le impedirá ser desconsiderado la próxima vez.

Subraye la importancia de las disculpas. Las disculpas por escrito deberían combinarse con otras orales. Si la disculpa de su hijo no es sincera, no renuncie con facilidad sino que siga incrementando los requisitos de una disculpa hasta que el niño responda emocionalmente.

REFLEXIÓN COMO PADRE/MADRE:

¿Te acuerdas de premiar, valorar, alabar, premiar de algún modo las mil cosas que al cabo del día los chicos hacen bien?
¿Qué premios das: de palabra, de gestos, de cosas?
Apunta los premios que has dado esta semana:

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Es tan importante reprender a los niños cuando han hecho algo mal como premiarlos cuando han realizado una buena conducta. En muchas ocasiones el premio que más valoran es la atención de sus padres: “Me ha gustado mucho el detalle que has tenido con tu herman@”, “No sabes cuánto te agradezco que me digas que te ha gustado el puré de hoy”… Seguro que recuerdas con agrado las veces que tus padres valoraban tus actos, es un regalo que dura siempre, un recuerdo bonito que aumenta tu autoestima.

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