Una parte del ser humano siente fascinación por lo mágico, lo oculto, aquello para lo que no encontramos explicación. Buscan respuestas inmediatas que vaticinen su salud, cómo les irá en el amor o si encontrarán trabajo pronto. Sin embargo yo pienso que la auténtica Magia, con mayúsculas, reside en ti, está en tu interior.

En la clínica psicológica he sido testigo de pequeños milagros realizados por la fe de los pacientes: descubren que son capaces de organizar su vida de modo que el sufrimiento sea un acompañante esporádico en su camino. Utilizan todos los aprendizajes realizados en experiencias anteriores y abren sus mentes para ver qué descubrimientos nuevos aparecerán en la situación concreta que están viviendo.

Hay pacientes que desean una fórmula mágica, instantánea y de cómoda aplicación para anestesiar el dolor subjetivo que sufren, quieren conseguirlo ¡ya! Otros, sin embargo, saben que se trata de una labor basada en el esfuerzo, en la meditación, en la aceptación del cambio… que son ellos mismos los que deben transformar su visión interior para modificar lo que les rodea.

Cuántas veces repetimos casi sin pensarlo:

• “No puedo seguir sin… (esa persona, conseguir mis expectativas…)
• “Si no consigo lo que me he propuesto es imposible continuar con esta empresa”
• “Ya no puedo más”
• “Tiro la toalla”
• “¡Hasta aquí he llegado!”

Y continúo… no dejo de caminar, de vivir, de levantarme cada mañana buscando rayos de luz que me empujen a ver mi mundo de forma distinta. Y en medio de este proceso hago consciente la única realidad objetiva:

• “No puedo seguir sin mí”
• “Me sería imposible vivir sin mí, incluso aunque no consiga lo que quiero”

Pero… realmente… ¿por qué sufrimos?

• Porque no obtengo lo que quiero.
• Porque descubro una injusticia y empatizo con ella.
• Porque no soporto ver a un ser querido sufriendo y siento impotencia hacia eso, no veo cómo poder ayudarle.
• Porque vivo cambios en mi vida y no deseo que existan, quiero el equilibrio anterior.
• Porque no soy capaz de “controlar” lo que no puedo predecir, “necesito controlarlo todo”.
• Porque no consigo que la otra persona reacciones o se comporte como yo quiero.

Cuando existe una incoherencia entre el sufrimiento objetivo y subjetivo es cuando sentimos ese malestar y sensación de descontrol de la realidad. En ocasiones, compartiendo lo que nos ocurre con una persona de confianza, minimizamos el dolor psicológico que podamos sentir. Otras veces es necesario acudir a un profesional para que nos recuerde nuestras fortalezas, para que nos empuje a descubrir la realidad objetiva y cómo me afecta, para acelerar la aceptación de los cambios que siente mi mente sin un exceso de desgaste energético, para realizar “un plan de combate” hacia “los peligros” que percibo y que debo superar.

La pandemia ataca a nuestro “sistema inmunológico mental”, es importante fortalecerlo con todo aquello que proporciona bienestar y que nos hace sonreír para no sufrir ante situaciones que no han llegado. Somos fuertes, podemos amoldar nuestras vidas, nuestros intereses, nuestras actitudes, nuestras emociones, nuestras conductas, nuestros valores… ante esta situación nueva que se nos plantea a nivel global. Desempolvemos toda nuestra solidaridad, nuestras emociones positivas, nuestra inteligencia en solución de problemas… para no sentirnos solos, para postrarnos ante la vulnerabilidad física y empoderarnos de nuestras estrategias psicológicas. Podemos dejar de quejarnos para “sufrir lo justo” y dar sentido a los cambios que estrenamos.